El peronismo electoralista

Algunas reflexiones sobre la lógica electoralista del peronismo

 

“Un partido político es una asociación de individuos, supuestamente iguales, que busca por la vía electoral, adueñarse del Estado o, por lo menos, de parte de él. […] Un movimiento es, por lo contrario, una organización orgánica destinada a actuar en el campo político en nombre de la Comunidad y no de sus propios afiliados. Está constituido, no por individuos que se definan frente a ideas y problemas que escapan de su competencia y se dejen así manejar por la oligarquía que, gracias a su poderío económico, detenta los medios de difusión, sino por entidades orgánicas que expresan realidades concretas –profesionales, religiosas, culturales- de la actividad nacional y las representan válidamente ante el jefe de Estado”

Fundamentos de la Doctrina Nacional Justicialista, ESCP.

El abandono de la democracia social

 

Históricamente el peronismo se ha opuesto al sistema democrático liberal-representativo, propio del liberalismo europeo, y lo ha hecho tanto desde su doctrina como desde la práctica, erigiéndose a sí mismo como movimiento y no como partido. Es cosa sabida que el órgano electoral, tradicionalmente el Partido Justicialista, es sólo un medio para la realización de los objetivos que establece la doctrina y sus banderas principales, sin ser para nosotros un fin en sí mismo ganar las elecciones de turno. Por esto se vuelve llamativo ver olvidado en el discurso corriente, tanto de dirigentes como de militantes, uno de nuestros objetivos principales como movimiento de liberación nacional, a saber: la superación de la democracia liberal por una democracia social, que articule a las organizaciones propias del pueblo –asociaciones civiles, clubes, sindicatos, etc.- de manera tal que tengan influencia real en las decisiones del Poder Ejecutivo nacional. No entra en los objetivos de este artículo hablar de cómo habría de realizarse concretamente esta articulación o de la manera en que ésta intentó llevarse a cabo en los gobiernos peronistas del siglo XX; antes bien, se busca dar cuenta del abandono de un punto esencial de nuestra doctrina y de los motivos por lo que esto no debería suceder. Efectivamente, pareciera que hace tiempo la prioridad no es la integración del pueblo a las decisiones de la política mayor, sino la victoria en los comicios del momento. Todo el aparato político del peronismo es utilizado con el fin de ganar una elección y no de construir un proyecto político concreto; de hecho, no existe tal proyecto para gran parte del peronismo, sino que sólo se deben ganar las elecciones y punto, después vemos qué hacemos.

Una dirigencia desconectada

 

Si bien en el último tiempo, a partir de la victoria de Javier Milei en diciembre de 2023, se han señalado insistentemente los perjuicios que esta concepción ha traído a nuestro movimiento, y la dirigencia parece haber dado cuenta en lo retórico de dichos perjuicios, no parece haber cambiado demasiado, sin embargo, en la praxis. Es suficiente observar el último cierre de listas para las elecciones legislativas provinciales en PBA para dar cuenta del extravío en el que se encuentra una parte de la dirigencia peronista. El hecho de que la vicegobernadora, la intendenta de Quilmes o el ministro de infraestructura de la provincia se degraden al puesto de candidatos para diputados provinciales, siendo su presencia meramente testimonial, es una prueba de lo dicho. Por ello, debe avanzarse en este punto y pensarse concretamente el modelo político que deseamos para nuestra Patria: si mantenernos en el modelo liberal impuesto en la Constitución de 1852 o encarar hacia un modelo nacional y humanista, como el que supimos tener durante las presidencias del General Perón. Este artículo busca ser un aporte para la discusión.

¿Partido o movimiento?

 

Para el tema que nos concierne, debemos dejar en claro las diferencias entre un partido político y un movimiento nacional. Se ha hecho habitual esta distinción en la jerga política argentina, pero pocas veces se comprende realmente de qué hablamos cuando la hacemos. ¿Qué diferencia, pues, se puede encontrar entre partido y movimiento? La respuesta común es simple: el partido es una herramienta electoral, el movimiento forma parte de algo más amplio. Pero ¿qué significa ese algo “más amplio”? En la cita dada más arriba podemos encontrar algunas pistas: un partido es una “asociación de individuos” cuyo fin último es el copamiento del poder estatal, lo que reduce su campo de acción a dos ámbitos: el poder legislativo y el poder ejecutivo dentro del Estado. El partido se forma como resultado de la unión de intereses de individuos, que buscan llevar a la realidad sus respectivas ideas.

Más concretamente, el partido, para el peronismo, es un instrumento que surge de la necesidad de tomar acción dentro de una sociedad, la cual es atravesada por normas e instituciones concretas plasmadas en leyes que regulan las relaciones entre los individuos; el movimiento, por otro lado, se nutre de las condiciones propias de la comunidad en la que nace. Hablar de esta manera distinguiendo sociedad y comunidad puede parecer absurdo o innecesario; sin embargo, su diferenciación es esencial para el tema que tratamos. Nos servimos de las definiciones del filósofo argentino Alberto Buela, quien nos proporciona la siguiente distinción: “Lo cierto es que la idea de comunidad enuncia en su prístino sentido la participación de los hombres que la componen en un núcleo aglutinado de valores (bienes) que les son comunes. En tanto que la sociedad enuncia más bien la aceptación por parte de sus miembros, de un conjunto de normas (deberes) que regulan las relaciones entre ellos. […]En una palabra, la idea de sociedad se vincula a la de capitalismo demoliberal-burgués, en donde la satisfacción egoísta de las necesidades del hombre-individuo deja de lado toda referencia al prójimo” (Buela, 2022). En esta magnífica aportación, comprendemos que, en tanto sociedad, el vínculo de los miembros es meramente superficial, regulado por normas jurídicas; el lazo de estos individuos está atravesado por la protección individual. Este es el ámbito en el que se crean y desenvuelven su actividad los partidos políticos, que no son otra cosa que la vinculación de ciertos individuos por afinidad en sus intereses particulares. La comunidad, en cambio, se forma de los valores compartidos por sus miembros, que despiertan en ellos lazos de solidaridad.

El movimiento peronista nace de ese núcleo compartido de valores que son comunes a todos los habitantes del pueblo argentino; son ellos los que logran, precisamente, ese sentimiento de afinidad natural, más allá de toda ideología, que un argentino siente por otro. El movimiento es la expresión misma de la comunidad en la que surge, mientras que el partido político es la representación de intereses particulares. La originalidad (que podríamos llamar revolucionaria en Argentina) del peronismo fue subvertir esta característica de los partidos políticos volviendo al suyo, no la representación de un interés particular, sino una herramienta para transformar un sistema liberal-representativo en un régimen democrático que integre a todos los sectores posibles. La identidad entre movimiento y comunidad marca el objetivo del peronismo, que no es la satisfacción de una u otra de las clases sociales o sujetos políticos existentes, sino su armonización. Ahora bien, ¿cómo podemos lograr esa armonización? A través del involucramiento de todos los sectores de la sociedad en las decisiones políticas y de la aplicación de la justicia social. En el mismo libro, Alberto Buela nos recuerda a este respecto un pasaje del Modelo Argentino de Juan Domingo Perón: “La configuración de esta Comunidad Organizada implica la creación de un sistema de instituciones políticas, sociales, es decir, estructuras intermedias completas que garanticen la presencia del pueblo en la elaboración de las decisiones y el cumplimiento de las mismas. Esto es, en definitiva, lo que se denomina democracia orgánica”.

Creo que con esto queda suficientemente en claro que, en esencia, el peronismo es un movimiento cuyas características no son otras que las de su comunidad de origen: la argentina; que no busca la victoria electoral en sí misma, sino que es el puntapié para lograr su proyecto final, la Comunidad Organizada; y que el partido sólo es una herramienta electoral para cambiar el sistema democrático liberal por otro más participativo y orgánico.

Un sistema agotado

 

Estas consideraciones son oportunas en la hora actual. Se está viviendo no solo en Argentina, sino en el mundo, un cuestionamiento a las democracias liberales que parecen “no dar pie con bola” al momento de resolver los problemas estructurales de los pueblos. La corrupción del sistema es grande, al igual que sus limitaciones intrínsecas. ¿Por qué será que ganó en nuestro país un sujeto que proclama la destrucción del Estado y de la “casta” política? Pues, porque evidentemente no expresaba solo un sentimiento personal, sino una verdadera impotencia ante la sordera de los mandatarios. Por ello, ante la lógica electoralista que hoy nos invade es bueno recordar estas palabras del General: “Para mí un malvado, aunque represente mucho, es mucho peor que uno bueno que representa poco. Así es como yo veo el problema político. Prefiero un dirigente honesto que tenga diez detrás de él y no un deshonesto que tenga diez mil, porque éste es el que me va a derrumbar a la larga” (Alocución a la Juventud Peronista, 1973). Entiéndase, finalmente, que el problema no consiste en si el candidato es Fulano o Mengano, sino que Fulano o Mengano deben ser respaldados por un proyecto concreto cuyas bases estén en la doctrina y en las necesidades del momento. La discusión no es por los nombres, sino por el contenido.

La doctrina ya existe

 

Como último señalamiento, es importante recordar que cualquier discusión programática, cualquier discusión de ideas no tiene por qué ser planteada desde cero, como si no tuviésemos base de la cual partir. Pues ocurre que, de hecho, la tenemos, y esta base es la doctrina peronista comprendida en la obra del General Juan Perón, principalmente en tres obras suyas: Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Conducción Política y Comunidad Organizada. No está de más señalarlo, pues recientemente cierto sector, abruptamente reconocido como peronista (cuando siempre se había identificado, antes bien, como disidente a éste), empezó a reclamar que no se estaba dando en el frente Fuerza Patria ninguna discusión programática. Podemos estar de acuerdo con tal reclamo, pero las dudas nos invaden al ver que en ningún momento este mismo sector habla de nuestra doctrina ni provee idea alguna que tenga asidero en ésta. Observamos, más bien, que sus aportes estrictamente programáticos llevan el signo de los académicos franceses o norteamericanos, pero no de algún criollo. Más dudas nos invaden cuando ni ellos mismos se ponen de acuerdo en qué reclamos hacerle al frente Fuerza Patria, pues mientras unos señalan que el problema es la falta de discusión programática, su principal dirigente sale a quejarse por no ser cabeza de lista…

Una advertencia vigente

 

Este artículo tiene por objeto plantear el siguiente problema: es preciso volver a actuar en representación del interés nacional y comunitario, y no de manera partidaria y sectorial. Debemos recuperar la crítica al sistema democrático liberal, cuyas carencias ya se sienten en la población. La manera de salir de esta lógica electoralista es discutiendo sobre los objetivos que debemos seguir, teniendo como base las necesidades del pueblo y los problemas estructurales de la nación. Pero fundamentalmente hay ser conscientes de que estos problemas estructurales no corren por una cuestión ideológica, de izquierdas o derechas, de progresistas o conservadores, porque estas son abstracciones. No es un asunto de izquierdas o derechas, sino de Patria o colonia. Se debe atender a la realidad como un hecho y tomar al pueblo por lo que es, es decir, comprendiéndolo a partir de los valores que históricamente nos han constituido. Es bueno recordar las premoniciones del compañero John William Cooke, que entre tantos desaciertos dejó una verdad: el peronismo, si se desvía de la representación del pueblo, si se vuelve un partido más dentro del sistema demoliberal, caerá inevitablemente como movimiento representativo, lo que indefectiblemente llevará al surgimiento de uno nuevo que lo reemplace, aunque será a costa de un largo sufrimiento para la Nación.

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